CARTA ABIERTA
Querido Mies:
Nos gustaría empezar esta carta como si fueramos amigos lejanos, de periodos diferentes que nos comunicamos a través del tiempo mediante este mundo cibernético, cuando en realidad vos te fuiste ya hace varios años y no sabemos quienes leerán esto. Sea como sea, lo cierto es que las cartas son una excusa para hablar de temas que nos apasionan como la arquitectura y sentir que están dirigidas a alguien. Puede que parezcamos locos, varios años estudiando Arquitectura hacen que uno pierda la cabeza. Y si estudiaste varios años y no lo estas, probablemente hiciste algo mal.
Pero bueno maestro, nuestro primer post va dedicado a su trabajo, y específicamente, su Pabellón. Pudimos conocerlo en el mes de Febrero. Después de un largo viaje en metro, bajamos en Plaza España y caminamos por la larga Avenida Reina María Cristina. Estaba repleto de adolescentes charlando y y manteros vendiendo souvenirs. Enormes faroles y cipreses flanqueaban la avenida y como remate, un coloso: el Museo Nacional de Arte de Cataluña. No era de extrañar que la mayoría de las personas fuesen atraídas hacia esa gran masa monumental. Al llegar a la Av. Guardia, entre un mar de turistas, su pabellón. Sereno y calmo sobre su podio, discreto, sencillo. Pocos eran los que quebraban su rumbo y perfilaban hacia él.
Llegamos una hora antes del cierre. Solo fue necesario escalar ese solemne podio travertino para que la piel se erice. Impacientes, doblamos, y fue ahí cuando la vimos. Posada sobre el agua observaba su reflejo. Fue en ese preciso momento cuando nos emocionamos hasta la lágrimas. Ese lugar que tanto estudiamos, del que tanto leimos había cobrado vida. Mientras el guardia nos miraba como si fuésemos locos (ver primer párrafo), una colega coreana se nos acerco y pregunto si éramos estudiantes de Arquitectura. Asentimos con la cabeza, y temimos ser juzgados por no poder contener la emoción, para nuestra sorpresa, rompió en llanto y nos entendimos en un abrazo.
Pero quizás lo más llamativo fue lo que posteriormente sucedió. El cuidador empezó a limpiar las ventanas de manera mecánica como lo habría hecho varias veces pero en esta ocasión al acercarse a la estatua se detuvo. Como si por primera vez hubiera comprendido su magia.
Hasta la próxima carta,
Nosotros, los arquitectos.
Dear Mies:
We would like to start this letter as if we were old friends, from different periods that communicate through this cybernetic world, when actually you died long ago and we don’t know who would read this. Anyway, the truth is that these letters are an excuse to talk about topics that we are passionate about like art and architecture, and feel that they are addressed to someone. We may come across insane, but many years studying architecture do that to people and if you study architect and aren´t a bit insane, you´ve done something wrong.
Our first post is about your work, master, especially about your Pavilion. We had the privilege of visiting it in February. After a long metro journey we arrived at Plaza España and walk through the infinite Avenida Reina Maria Cristina. It was crowded, teenagers everywhere talking and people selling souvenirs. Huge lights and beautiful trees flanked the avenue and to coronate the view a colossus: the National Art Museum of Cataluña, no wonder most of the people gravitated towards this monumental gem. We arrived at Av Guardia and in a sea full of tourists there it was, your Pavilion. Serene, calm, over its podium, discrete, simple. As most beautiful things, it did not ask for attention. Few were the ones that veered off course and walk in its directions.
We arrived an hour before it closed. As we ascended the marvel podium, our hearts skipped a beat. Impatient we turned right and that´s where we saw her. The breathtaking statue stands over the water contemplating its reflection. It was at that moment when we lost it and break into tears, it was the place that we had been studying for so long, the place that we had been reading about, it finally came to life. As the maintenance guy that worked there looked at us as if were insane, a Korean colleague approached us and asked if we were architecture students. We noded, afraid she would judge our lack of restrain. To our surprise, she broke into tears and in a hug we understood each other.
But maybe the most surprising thing was what happened after that. The maintenance guy started cleaning the windows as he may have done several times but this time, when he reached the statue he stopped. As if for the first time, he had understood it´s magic.
Looking forward to the next letter,
We, the architects.
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